lunes, 14 de diciembre de 2015

Inviernos

Lo bonito que tiene el frío son las veinte capas de ropa que me pongo para estar agusto, es volver a León y poder desconectar de mi vida en Granada. Me encantan los días nublados en los que el sentimiento de felicidad es plena y sentir como si en vez de nubes el sol brillase con más fuerza que nunca. 
También me gusta la lluvia, escuchar como caen las gotas. El silencio sepulcral interior y de banda sonora los golpes del agua de las nubes al dar con el suelo.
Hasta diría que me encanta frustrarme con el viento que me apaga el cigarro y el tener las manos tan frías que no puedo encender ni el mechero. 
Qué bonito es el reunirme con mi familia materna y paterna en invierno, el querernos todos. Las rosquillas de mi abuela.

 Pero luego está que aún no he tenido un invierno bueno entero, que siempre alguien me ha dejado atrás, se ha ido de mi vida. Al final de cada año, diciembre me trae nuevas decepciones (me encantaría que este año no fuese así). 
Todo lo bueno del invierno incluye nostalgia, revivir todo lo que he perdido a lo largo del año y de años anteriores. De como no he cumplido con mis propósitos de año que tenía pensados. Y me siento sola. 

 Gracias invierno, por brindarme pequeños trozos de felicidad que todo el mundo ve negativos. Por darme cosas en las que pensar e incluso gracias por hacer que me sienta sola. 
 En invierno, a pesar de las rayadas y las malas rachas, tengo los mejores momentos para intentar encontrarme, buscarme cuando creo que me he perdido. 

 Al final me encuentro.









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